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Los hielos de San Rafael


No importa dónde te alojas en la remota Aysén. Te tocará madrugar mucho. Y pasar un largo rato bajo el polvo que levanta la camioneta en los caminos de tierra. Atravesar un río en lancha porque todavía no está construido el puente. Y un rato más por caminos de tierra. Luego, un par de horas de navegación por los espectaculares fiordos, los espesos bosques verticales. Hasta que los primeros témpanos de hielo aparecen flotando, probablemente con algún león marino descansando sobre ellos. Y poco más allá, la majestuosa pared de hielo de un intenso azul: el glaciar de San Rafael. En ese momento, te olvidas del sueño y de las horas de viaje: solo hay espacio para admirar.

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